Seguro que habéis oído mil veces la frase contraria. Tiene su gracia pero, sobre todo, lo que tiene es una gran pinta de excusa para no movernos. Si contara las veces que he renegado por hacer ejercicio no terminaría nunca y de correr, ni hablamos. Yo juré que haría cualquier deporte, el que fuera, menos correr... pues aquí me tenéis, abogando por este sano ejercicio.
Cualquiera que me conozca tendría que pasarse por mi barrio para comprobarlo en persona porque, sino, no lo creería. Con esto ¿qué quiero decir?, que si yo lo hago... cualquiera puede y que si yo os lo recomiendo, es porque merece la pena.
Años buscando la técnica perfecta, la crema perfecta, el milagro perfecto... y lo tenía ahí, a la puerta de mi casa, ¡y gratis!. Es el complemento perfecto para endurecer los músculos y, en consecuencia, para combatir la flacidez, la fórmula más efectiva para quemar la celulitis y reducir volumen, y la mejor manera de mantener fuertes, el corazón y la mente.
Si corres, te fortaleces física y mentalmente. Es así. Te sientes más joven, más ágil, más fuerte, más capaz. No os voy a hablar de la base biológica que explica todo esto, que si la adrenalina, que si las endorfinas.... no. Solo os puedo decir que funciona, que desde que he introducido unas cuantas carreras en mi rutina semanal, me siento mucho mejor física y mentalmente.
No hablamos de correr maratones, solo de trotar un ratito de vez en cuando. Se trata de ir muy poco a poco añadiendo minutos a nuestra capacidad de correr. Si te lo propones puedes. Yo pude pero hay que ser constante y no dejarlo a la primera de cambio. Hay que volver y volver.
¿Qué como lo he conseguido yo?. Simplemente... dejé de lamentarme, de buscar excusas y ... corrí.